viernes, 12 de junio de 2015

De la tormenta.

La tormenta que nunca viene sola, ni callada, siempre acompañada de silencios.

Primero se adormece el día y el sol que hasta hacen un momento esculpía naranjas sobre las tejas y las ventanas, sin que te enteres, es cubierto de nubes negras y acaloradas.
            
 

Es como un anuncio solemne, sabes que viene porque el viento enmudece. Porque al poco, se vuelve un tormento de aire enfadado y crespo.
Azotando las hojillas de las matas frescas y rojas de los cerezos aún nacientes.

Zarandeando las tersas ramas de los pinos y castaños, de los abetos perennes que reciben para refrescar sus hojas cansadas de la tormenta aún no presente...
Y una gota, y un relámpago y un ruido aún muy lejano.

Un ruido, que primero es un lamento, luego un grito y luego viento atormentado.

Después, agotada, desorientada, exhausta la nube, rauda como vino, desaparece...

Qué fuerza vigorosa y rápida empuja al cielo a debatirse en duelo desconcertado, mientras, la tierra de la trémula primavera, asustada y lanzada, vuelve a cobijarse brillante entre el ganador del lance que una vez más resurge: un sol ámbar, que vuelve siempre a pintar  de naranjas los tejados cercanos a mis ventanas.

                                                               Rosa María Estremera.

De "Sinfonías y voces", Ediciones Vitruvio.

viernes, 5 de junio de 2015

Compartir la existencia

-¡No!

Me dijiste una vez más y esta vez te creí...
Dejé mis tontas aspiraciones colgadas por la hiedra del jardín que quise construir junto a ti.

- ¿Cariño, vienes?

Y fui, él ya había olvidado. La importancia de las cosas es tan relativa... 
Algo se había quedado perdido entre los destellos cegadores de un sol que empezaba a depositar en el horizonte el peso de su existencia.
Tan lejos como el entendimiento entre las personas. Entre él y yo. Tan cerca como los fulgores blancos volcados en mis macetas,
colgados en la eterna esperanza de un reencuentro.


Él seguía allí, esperando en paz su consuelo. Siempre fue así, lo seguirá siendo.
Pero la vida se encarga de enmascarar los intereses y modificarlos al antojo de sus propios réditos, sin que seamos una prioridad.
Al vuelo raspón y estúpido de aquella mosca, tan similar al ridículo zumbido de las discusiones banales en las que parece gustarnos perder el tiempo.

Vuelvo a disiparme en el horizonte incandescente y no distingo bien, si son naranjas o rojas las líneas que marca sobre la mesa, que pinta sobre las velas reblandecidas.
El tiempo estructurado, inexistente parece tatuarme en esta piel imaginada, una angustia que nada tiene que ver con mi enfado.
Ni con mi vida.
Perdida entre los vivos colores de aquel plato que colgué hace mucho para cincelar el muro de ladrillos, hace tanto, que ya el muro  no es el mismo. Lo cambió el cariño de los años. El esmerado roce malva de las flores.
También él lo quiso. Lo vivimos.

Nos hará falta otra excusa surgida de nuestra humana sentencia sin sentido, para no ver reflejado en los sucios cristales del farol, la certeza que se esconde por encima de lo que se dice en lo que de verdad sentimos.

El reflejo por siempre prendido de nuestra existencia.

Me miraste una vez más y sonreí eternamente.



                                               Rosa María Estremera.

miércoles, 27 de mayo de 2015

La belleza

"Cuando sin esperarlo
la belleza rasga las emociones,
la imposibilidad de la existencia
de cualquier palabra,
ostenta el poder de esculpir
un cuerpo inervado en placer.
Atravesado por las letras
de tu existencia o la mía,
sólo prevalece el exquisito deleite
que conmueve algo, que no sé decir"

Rosa María Estremera Blanco.
Florencia 17 de Mayo de 20015.


lunes, 4 de mayo de 2015

MITAD EN NINGÚN LADO.

Mitad aquí, mitad en ningún lado.
El puro aliento del estío
se abre paso sordo al piar de otros.

Cálidas flores estampan los marcos.
La fantástica ilusión ensombrece.
Tan verdaderamente plácido.

Tan lejano.

Su roce templa la opulenta invasión del desánimo
que no cesa de escribirse
entre los malvas de un instante.

Ausente.

Escondido entre la brisa se deslizan
los cantares de otros sueños
que conquistaron tierras lejanas,
perdidas en la mente.

Mientras se instalan brotes amarillos
entre la realidad de este momento
y un pensamiento embaucado en la razón.

Inexistente.
Como la fresca inconsistencia del adiós.

Vuela de un lado a otro un abejorro.
Pesa su diminuto cuerpo en las yemas por brotar.
Un zumbido de pereza cálida,
flota amparado por un no saber.

Un espacio indefinido.

La caricia de la espiga peina la tierra.
Sin tocar.
Virgen de especulaciones.
La única certeza.

Todo lo demás, los lentos avatares,
los cotidianos susurros de la opulencia,
la descarada valentía de lo inculto,
se estremecen ante los verdes que tibian
las raras caricias humanas.

Todo lo que puedas entender,
aquello que deseara ser en ti o en el mundo.
Falacia narcisista.
Se mezcla con el aire renovado,
con el sonido vibrante del verano
que tersa sin quererlo la piel.

Despojada una vez más.
Encarnizada. Despedazada.

Reclamando la expiración del  lamento
para quedar suspendido como este instante
mitad aquí, mitad en un lugar imaginado
que ya dejó de existir
porque tú y yo lo poblamos.


Rosa María Estremera.

lunes, 20 de abril de 2015

Entre el ardor y el tormento.

Después de algún tiempo. Siempre vuelve a hablar el ser que no puede ser callado.
El alma  que no puede sepultar la emoción de un encuentro.
El cuerpo que anhela el roce de las letras.
El que vive escribiendo... "Un escribiente de sueños"

Buscaba entre los aspiraciones perdidas del tiempo, las ilusiones adulteradas por las miserias humanas.
Y destruirlas.
Vestirme como un relato viejo que el paso de las horas se encargó de oscurecer.
Trasnochado.
La romántica melancolía aferrada a la prestancia.
El desconsuelo.
La ambición.
La esperanza de la inocencia.
Sobrevivir.
Pero se impuso la desfachatez descarada de la vida que cabalgaba por los balcones usados.
Vividos entre el olvido y el mañana.
Una foto que perdió el sentido de las estaciones.
Omnipresente.
Manecillas perdidas en el reloj.
Perecedera.
Inmortal.
Tejida a todos los tiempos que uno se empeña en no vivir.
Existiendo. Como el callado aullido de la incomprensión.
Susurro.
El sordo silencio del crepitar de una llama.
Soledad.
El vago peso de una luz. El crepúsculo.
De sus rejas: embellecidos lamentos cabalgaban y el tesón del espíritu humano los convirtió en reflejos de belleza.
Esperanza de flores.
Deseo vivo.
Claridad.
El colorido enfoque de otra mirada que nos recuerda abiertamente el frágil sesgo entre el ardor y el tormento.

"Porque todos deseamos lo mismo, agarrarnos con fuerza al mástil más alto. Para poder pensar que navegamos por el único mar que nos retorna seguros al lugar de donde partimos... pero en otro mundo"

Rosa María Estremera.





sábado, 21 de marzo de 2015

Ante la primavera

 En el espacio tibio, sereno
cómo el final de la muerte,
existe el comienzo de un vacío
mudo y desprovisto del tiempo
aún por crear de la vida.
 
Un lugar, donde el entendimiento,
sustancia de la frialdad, desaparece.
 
Descansan las entumecidas garras
de un pasado aterido,
recubierto de oscuros sueños.

 
 
Se instala un período
de vibrante y silenciosa espera,
en el área que abandona
la inmensa devastación
de las tierras latentes,
donde todo, se configura
extraño de escuchas
con el eco sordo del descuido.
 
Catarsis de un vigor renacido
en trémulas  flores
de virgen fragilidad,
de brotes sometidos
al ineludible anuncio
de la resurrección de los campos,
su cálida prestancia
y volátil ensoñación.
 
Huele el aire a susurros perdidos,
a la lluvia templada
y a la niebla, que dejó de perturbar,
porque la velada esperanza
del deseo, despereza
los días más largos
y las noches deambulando
por el tacto de tus manos.
 
Si me quedara algo de pureza,
podría agarrarme
a los brazos inexistentes
que vuelvo a pensar.
 
A las pieles perdidas
en las frustraciones tercas del desprecio,
de un tiempo aún por despertar.
Del momento que resucite de púrpura
el oscuro esperar de otro invierno
que muere entre mis brazos.


                                                                                          Rosa María Estremera.
 
 
 

miércoles, 11 de marzo de 2015

Flor de Almendro

Del robusto tronco
sostenido por la ilusión
de la tosca y anudada rama.

Desperezándose del polvo
adherido de los meses ocultos
entre las noche de los mundos.

Aparecen incautos los brotes
inocentes, los roces prohibidos
y puros del renacer.

El advenimiento de la vida
envuelta en flores de almendro
al abrigo tibio de las sombras.

Y el temor de violar con la altiva
estupidez humana, la frágil
constancia de la humildad alumbrada.



Rosa María Estremera.