Queda en el interior del creador, cualquiera que este
fuera y cualquiera fuera la obra creada: un cuadro, un poema, una escultura, un jardín, una
interpretación, una comida, una foto, un edificio... porque en todo lo que hay pasión, entrega, esfuerzo y
deseo se puede constituir en mi
opinión una obra de arte. Como os decía, al finalizar la “obra” queda en la mayoría de los casos una
sensación de vacío que puede abarcar desde lo inquietante y ligeramente
perturbador a lo aterrador, el alumbramiento deja de llenar aquello que estuvo
llenándose durante el proceso creativo. Dice Lacan: “Todo arte se caracteriza
por cierto modo de organización alrededor de ese vacío.”
Se llenó de trabajo, pero sobre todo se llenó de amor,
porque sin amor no hay obra y menos de arte. De ilusión y de deseo, como si de
un enamorado se tratase el creador vuelca su energía su pulsión en crear,
constituyéndose como un solo ser, donde es el amado, la obra, una de las
razones principales de la existencia del artista, en una lucha por atrapar ese pequeño
objeto amado, perdido e inalcanzable.
Los artistas, como los enamorados se creen uno, como
las mujeres embarazadas se sienten completos. Se me antoja que dicha sensación
tiene mucho que ver con la capacidad que alumbra al poeta a dar forma a través
de palabras y versos, al vacío de nuestra alma.
Llega el poeta, por esa capacidad suya para dejarse
arrastrar a los confines de nuestros mundos interiores o a deambular por
nuestro inconsciente, a percibir y transmitir los sentimientos escondidos en lo
más profundo de nuestra alma. Librando una batalla con lo oculto, con lo
velado… con lo inconsciente. Sorteando una serie de obstáculos y dificultades
para llegar a modelar lo que se revela tras nuestro inconsciente. ¡Qué bien nos
viene, que como nos dijo Jacques Lacan, este inconsciente esté estructurado
como un lenguaje!
Hay un momento en que la palabra cobra forma y vida,
las letras configuran alrededor de un vacío, versos que lo constituye y lo
llena… por un momento, solo por un momento sacia el vacío que nos conforma. Las letras dejan de ser
letras y se transforman en algo más allá de la palabra. Nos ampara de la
angustia y la tristeza, nos cobija de nuestros monstruos, nos besa callada las
entrañas.
Pero cuando el poema (o cualquier obra) está acabado
se acaba nuestra completud, como cuando se desgasta la pasión o se alumbra un
hijo…
Y vuelve ese opresor compañero que nos recuerda que
nunca habrá nada que pueda llenar ese vacío y nos pone ante los ojos sin vendas
de nuestra falta, de nuestros fallos, de nuestra humilde condición que nos
lleva a sufrir y a equivocarnos, pero que como decía Freud nos permite
sublimarlo, haciéndonos, aún con todas nuestras miserias, capaces de haber
desarrollado la cultura, el amor y el arte.
Bendita falta, bendito vacío que nos hace construir
acueductos llenos de nubes para saciar los ojos y las mentes, con soles que
resplandecen, y lunas que nos estremecen.
Foto maravillosa de José Luis López Moral que expone en el festival OffPhotoespaña 2014 Inauguración sábado 24 de Mayo 12h en Galería Libre. |