miércoles, 21 de mayo de 2014

El vacío "de después" de la creación

Queda en el interior del creador, cualquiera que este fuera y cualquiera fuera la obra creada: un cuadro, un poema,  una escultura, un jardín, una interpretación, una comida, una foto, un edificio...  porque en todo lo que hay pasión, entrega, esfuerzo y deseo  se puede constituir en mi opinión una obra de arte. Como os decía, al finalizar la “obra”  queda en la mayoría de los casos una sensación de vacío que puede abarcar desde lo inquietante y ligeramente perturbador a lo aterrador, el alumbramiento deja de llenar aquello que estuvo llenándose durante el proceso creativo. Dice Lacan: “Todo arte se caracteriza por cierto modo de organización alrededor de ese vacío.”

Se llenó de trabajo, pero sobre todo se llenó de amor, porque sin amor no hay obra y menos de arte. De ilusión y de deseo, como si de un enamorado se tratase el creador vuelca su energía su pulsión en crear, constituyéndose como un solo ser, donde es el amado, la obra, una de las razones principales de la existencia del artista, en una lucha por atrapar ese pequeño objeto amado, perdido e inalcanzable.

Los artistas, como los enamorados se creen uno, como las mujeres embarazadas se sienten completos. Se me antoja que dicha sensación tiene mucho que ver con la capacidad que alumbra al poeta a dar forma a través de palabras y versos, al vacío de nuestra alma.

Llega el poeta, por esa capacidad suya para dejarse arrastrar a los confines de nuestros mundos interiores o a deambular por nuestro inconsciente, a percibir y transmitir los sentimientos escondidos en lo más profundo de nuestra alma. Librando una batalla con lo oculto, con lo velado… con lo inconsciente. Sorteando una serie de obstáculos y dificultades para llegar a modelar lo que se revela tras nuestro inconsciente. ¡Qué bien nos viene, que como nos dijo Jacques Lacan, este inconsciente esté estructurado como un lenguaje!

Hay un momento en que la palabra cobra forma y vida, las letras configuran alrededor de un vacío, versos que lo constituye y lo llena… por un momento, solo por un momento  sacia el vacío que nos conforma. Las letras dejan de ser letras y se transforman en algo más allá de la palabra. Nos ampara de la angustia y la tristeza, nos cobija de nuestros monstruos, nos besa callada las entrañas.

Pero cuando el poema (o cualquier obra) está acabado se acaba nuestra completud, como cuando se desgasta la pasión o se alumbra un hijo…

Y vuelve ese opresor compañero que nos recuerda que nunca habrá nada que pueda llenar ese vacío y nos pone ante los ojos sin vendas de nuestra falta, de nuestros fallos, de nuestra humilde condición que nos lleva a sufrir y a equivocarnos, pero que como decía Freud nos permite sublimarlo, haciéndonos, aún con todas nuestras miserias, capaces de haber desarrollado la cultura, el amor y el arte.

Bendita falta, bendito vacío que nos hace construir acueductos llenos de nubes para saciar los ojos  y las mentes, con soles que resplandecen, y lunas que nos estremecen.

Foto maravillosa de José Luis López Moral
 que expone
 en el festival OffPhotoespaña 2014
Inauguración sábado 24 de Mayo 12h en Galería Libre.