Enmarcamos amarillos que nacen de la estéril
tierra del invierno, dejamos que nazcan de nuevo, entre las tierras y troncos
de nuestros pensares, y una vez más, rezamos cielos que azulean en el fondo de nuestras desdichas.
Creemos y vivimos tibiezas nuevas y renacidas
pasiones reconquistadas de las enquistadas tristezas de antaño. Todo lo
olvidamos: el invierno estéril y los pensares tristes y buscamos ansiosamente,
casi inocentemente las nuevas luces un año más.
Y un año más espero que nunca se acabe, que el
sol siempre caliente flores de campos y suelos presentes y que nunca se olvide
de mirarme y calentarme…
Que nunca se olvide de volver cada año para
enmarcar amarillos los campos por lo que anduve y los sueños de mi mente.