viernes, 24 de octubre de 2014

Rebelión al Desánimo.


El desánimo se desliza viscoso y pujante, silenciosamente y sin tregua por los rincones de nuestra vida. Conquistando los momentos con interminables tropas de desidia que impregnan nuestra cotidianidad.

 El desánimo de la opulencia, de lo afanado por la gran mayoría de los representantes “de casi todo lo representable en una sociedad democrática”. Deja enmudecido al ciudadano y al hombre maltrecho de desilusión y tristeza. 

Y cuando terminamos por enterrar bajo mantos de corrupción, mentiras, malas gestiones, nula formación y preparación, descontrol agrio, desaforado y casquivano de estos momentos que nos  han tocado vivir nuestros anhelos, enterramos con ellos, casi sin sentirlo, nuestra propia esencia que como seres humanos nos caracteriza y estigma: el deseo.

Deseo de rebelarnos ante lo que se nos revela insoportable, cruel y casi inhumano.

Llegados a este punto y conociendo que somos capaces de los más terribles actos, sería estúpido negarlo, y de las más altas y loables acciones, que aunque no de moda… es incuestionable que somos capaces de llevar a cabo; me pregunto si podremos“recomponer esta situación a la que hemos llegado”.
                                                      


No discutiré sobre cómo hemos llegado, ni en quién o quienes reside la responsabilidad, me preocupa sobremanera la resolución de los hechos. Que la rebelión necesaria no sea una manera burda, descompensada, revanchista e ineficaz de destrozar todo para volver a construir, no tenemos ni tiempo ni fuerzas ni dinero para recrear una desolación innecesaria. Y sin embargo urge una renovación profunda y crucial, serena y rigurosa, responsable y meditada de nuestra realidad social, cultural y económica, que como una buena campaña de relaciones públicas será a largo plazo. Pero que debemos acometer ya, porque si no, abocaremos a nuestros jóvenes, a nuestros hijos, a los tuyos y a los míos a un oscuro, incierto y cercano futuro.

Porque debemos recordarnos que la justicia existe a pesar de lo acontecido, que los progresos son posibles aunque nos hallan y hallamos replegados a rincones de inmundicia ética y moral. Debemos recordarnos que como hombres, no nos podrán arrebatar la capacidad de recrear bajo los nefastos velos de la incongruencia y la maldad uno de nuestros mayores dones: La magnífica, arrebatadora y eterna capacidad de desear, de reesperanzarnos con nuestras capacidades que no son pocas, de volver a repensarnos y reconstruirnos bajo la sensata mirada de la razón y la ética.

Por ti, por mí y sobre todos por nuestros hijos, los de todos, para que sepan “que somos capaces” y no se diluyan en la fluida desesperanza de esta historia. Que podamos siquiera dejarles en herencia algo mucho mejor que el dinero, la certeza de que con voluntad y deseo todo puede llegar a ser, incluso una sociedad donde todos podamos volver a ver el sol suspendido en un halo de humanidad y esperanza.