de
las verdades no dichas
entre
las mentiras tejidas
en
los tiempos de mi historia.
Se
fueron erosionando
las
señas desprovistas
y
engastadas en los muros
de
mi cuerpo aún inocente.
Con
el cincel del paso
continuo
de las horas
y
los roces fríos del recuerdo
me
fundí en piedra
eternamente
extraviada,
y
como una estúpida polilla
me
quedé fija al reflejo
cegador
de lo impropio.
A
las ilusiones prestadas
y
a las sombras que encarcelan
el
afán imperecedero del deseo,
hasta
convertirme en reja
de
mi misma,
prisionera
de los
transitables
de una razón
esquiva
y punzante.
Esculpiendo
en las entrañas
de
la existencia
los
ecos devastados y evanescentes
de
lo que una vez soñé ser.
Y
sólo hoy, lo siento inmóvil
y
expectante tras los destellos
de
las verjas fraguadas en mi necedad:
“La
solitaria y yerma presencia del desasosiego"