jueves, 20 de febrero de 2014

A principios de septiembre

Antes que la hiedra pinte de rojos los atardeceres
voy a sincerarme contigo, lo necesito.

Necesito hablarte, agarrarme a tus sentidos
que inocuos en mi, buscan vida.
Prenderme de ellos, como esta hiedra vieja
que cubre los muros de donde habito e intentar así no despeñarme
por los vastos acantilados de mis trampas inconscientes.

Necesito susurrarte, rasgar suavemente el papel
para contarte lo que de mi aún no he aprendido.
Dejar huir este dolor tan inoportuno
para narrarte de mi soledad, de mi infortunio.
Compartir la desnudez de mi cuerpo despojado de falsas ilusiones,
vestirlo humildemente con las pasiones
que no cesan de escribir mi alma
y dejar que el viento lo acompañe
sin miedos, sin velos, libre para que tu lo atrapes.

Que lo prendas, si es tu deseo de tus sueños y tus besos
y si no fuera así, déjalo, no me importa nada
porque nunca serás capaz de saber de mi y de mi sentido.
Yo ya lo fui todo y todo lo sentí, cuando perdida
en los señuelos del cielo pude escribir este verso.

Antes que la hiedra empiece a desprenderse de sus pesadas hojas
cargadas de bermellón y tallos ocres,
antes que sus hojas vestidas con la calidez de la existencia,
de lluvias, vientos y anhelos zarandeados desde mi muro;
antes que alfombren los suelos…
quisiera lloraros y encontrarme abrazada
por pensares dulces y buenos.

Necesito transitarte ya tranquila,
apaciguada de luchas sin sentido, creerme en tus hojas
y sentirme entre tus letras que formarán nuevos sentidos,
para que pueda perderme con ellos y en ellos,
desvestirme libre por fin de culpas
y libre de sentido, navegar de nuevo por aguas
vírgenes de manos sucias de deseos ocultos.

Antes que el frío arranque los rojos anocheceres
necesito vestirme de hiedra, lo necesito.



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