- ¡Perdóname! - silbaba efímero el árbol mirando su reflejo casi inmóvil-
- ¡Perdóname por adentrarme en tus entrañas!
- ¡Sálvame! - rezaban sus copas vibrantes, ante el roce eterno de las cumbres cercanas-
Y las cumbres, celosas del agua se alzaron.
Y las aguas, altivas, pulieron los reflejos amarillos y verdes.
Mientras, el árbol soñó con tu mano ardiente y los besos sinceros de tu mente.
Sierra de Madrid - RASCAFRÍA- Otoño |
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