Decía Marguerite Duras:
"Para abordar la escritura hay que ser más fuerte que uno
mismo, hay que ser más fuerte que lo que se escribe”
Sin duda alguna, nada más acertado. De no ser así uno está
abocado a la desgarrada sentencia de lo tremendamente puro, por cuanto que el
ser íntimo no está expuesto a ningún tipo de contaminación cuando es sincero
con lo que se escribe, con independencia de la calidad formal. Calidad que se
encuentra tras el trabajo posterior al propio proceso creativo.
Escribir es la devastación propia que nos configura como ser
único y como tal nos expone al mundo. Es el alce de las “mentiras” creadas para
sobrevivirnos. La única certeza conquistada para aguantarnos sobre las carcomas
que destruyen los cimientos de los sueños, que una vez creímos tener.
La fe del ser, el empeño de rehacerse… y construir un real
imaginado.
Nada más puro que el verso, ni más hiriente, ni más bello.
El vasto entendimiento de lo irreal expresado en un tiempo inexistente y fugaz,
prendido en las letras de un nombre, en la concordancia de un verbo, en los
fonemas que esconden la intención última del deseo.
Como la esperada esperanza de la realidad transformada en
el acto decidido de la vida. Como tus ojos y tu empeño por entender.
Escribir para mí, es como esa mujer que nunca se encuentra
porque en el fondo, jamás se perdió.
Una mujer devastada por la estéril lucha de querer lo que no
existe pero que puede llegar a imaginar, la que “siente la vibración de la vida
persiguiéndola” y no se detiene.
Obstinada “ en conquistar un nuevo sentido al ser muerto,
agarrándose a un latido inexistente”
Y sobrevive.
Alusiones a algunos versos de “EL tacto de la luna
Hiriente”. Ediciones Vitruvio. Que presentaré el próximo día 11 de febrero a las 20:00h en la Biblioteca Pública de Ceuta.
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