Bajo palio, al abrigo de todos,
se deslizaron lágrimas sobre el incienso
que todo lo cubría
que todo lo velaba…
Y
de los cirios, la cera
en guantes blancos se agolpaba.
Unas velas servían para encender otras
que a su vez se apagaban y eran encendidas
por las que estuvieron apagadas.
Y la madre llora sin llorar el hijo muerto.
Y la Cruz invadió las calles…
cruz de Cristo,
cruces de nuestro sentido
que ya no tienen sentido.
Y entre tanto sentimiento
todos ponen esperanza de dolor,
esperanza de muerte…
Y siento cómo muere, cómo muero…
y busco entre la sangre clavos,
para sacarlos,
para esculpirlos,
para dejar reposar la esperanza
y convertirla en espejo de amor
en esperanza de vida.
Donde el incienso, acompañe besos
de madres a hijos vivos
que quieran vivir, vivos, en besos
de velas y caricias sin clavos,
en un himno que se convierta en palio
y que resguarde al hombre del horror
… y de la muerte.
Los nazarenos de Joaquín Sorolla |
Suéñate que sueñas. Y despierta... bajo un olivo en flor.
ResponderEliminar