Es un verdadero honor para mi y un deleite para los sentidos la precisa, evocadora y sugerente descripción e interpretación que de mi libro hace. Desde aquí mi más sincero agradecimiento.
Me siento muy identificada y agradecida por la comparación con la sinfonía nº 3 del compositor Carl Nielsen "Sinfonía expansiva".
Como expansiva se me antoja la necesidad de unirme a través de este monólogo de despedidas y pasiones, a la escucha cómplice de "un otro" que calme y sosiegue "la existencia y el ser".
"... y en las oníricas fantasías,
pintar de ser, tu mar salado
y tu mano ausente."
Muchas gracias querido Antonio Daganzo.
PRESENTACIÓN
DE
EL TACTO DE LA LUNA HIRIENTE,
DE ROSA MARÍA ESTRMERA
(Ediciones
Vitruvio, Colección “Baños del Carmen, nº 525;
Madrid, 2015.)
CENTRO
RIOJANO DE MADRID,
C/ Serrano nº 25, 1ª plant
Viernes
16 de octubre de 2015 / 19:30 hrs.
A veces el
aliento lírico es una “sinfonía expansiva”, que nos evoca aquella gran
partitura de idéntico título compuesta por el danés Carl Nielsen; como su
tiempo lento, donde la fluencia de la música va ensanchando su cauce, cruzando
tierras de panorama diverso, hasta abrirse a un verdadero canto sin palabras, a
las sorprendentes y bellísimas vocalizaciones de la soprano y el barítono. Una
obra como la que hoy presentamos aquí se inscribe plenamente en tal naturaleza
creativa y discursiva. ¿Nos sorprenderá acaso que el libro inaugural de su
autora, publicado en 2014 por Ediciones Vitruvio, se titulase, precisamente, Sinfonías
y voces? Ahora, sólo un año después, y bajo el mismo sello editorial, la
escritora y psicoanalista ceutí afincada en la periferia madrileña Rosa María
Estremera presenta El tacto de la luna hiriente, su segundo libro:
cincuenta y cuatro nuevos poemas reunidos bajo el epígrafe de “Monólogo de las
despedidas y pasiones”, que funcionaría como una suerte de subtítulo para la
obra toda. Nuevo trabajo donde la autora nos confirma sus personales búsquedas
líricas, su particular progresión y, por supuesto, el venero inagotable de la
poesía más intimista para hacer del corazón no necesariamente un fruto amargo,
recordando a Ignacio Aldecoa, sino aliento expansivo.
“La
vida de cada hombre es un diario en el que trata de escribir una historia pero
escribe otra”. La cita se le debe al escritor escocés James Matthew Barrie, y
cierto que resulta, tal cual lo es, un pórtico sumamente evocador para El
tacto de la luna hiriente. Porque cuanto hallaremos en el segundo libro de
Rosa Estremera es la expresión de una necesidad, la de “susurrar con suavidad
en el papel / lo que de mí aún no he aprendido”, que coloca al sujeto poético
ante el reto sutil de intentar reconocerse en los márgenes de lo escrito, en la
sombra de su árbol vital, en el espejo de su voluntad incumplida, en sus sueños
rotos. Los primeros compases del poemario nos dan ya la medida de la
iluminadora belleza de tal empresa: “Este calor, que en mí despierta, / rasga
un rumor oculto / que se libera como la luz / de aquellos tejados. //
Encarnados. Vacíos. / Tiemblo. / Sólo hoy veo, nunca antes”. Y cada uno de los
poemas de El tacto de la luna hiriente -entre los cuales, por cierto, la
impresión de continuidad resulta notoria en muchos casos-, contribuye a que esa
visión se haga, cómo no, más expansiva; a que el reparo de revelar la orografía
del dolor, sus escarpadas regiones, desaparezca. “Los despojos perdidos del
tiempo / se marcan tallados en las entrañas”, leemos en el poema XIII, y unas
páginas antes, los poemas VI y VII se antojan una certera muestra de la
nostalgia amorosa. Pues el amor y el desamor, o siendo más exactos, la
irrevocable certeza de un amor -“La certeza de quererte siempre / a pesar de
las lluvias / y por encima de las tierras / que nos cubren”-, el mineral tenaz
de una pasión cuya plenitud no llega a cumplirse -aunque se sueñe trascendida,
como en el poema XVIII- va desplegándose aquí como un atlas de derrotas que, no
obstante, forja el alma en una lucidez plenamente lírica. Si “hay despedidas
que nunca se cumplen / como pasiones que no desaparecen”; si el sujeto poético
muestra su desesperación por teñirse “de blancos” para que reflejen en él “los
infinitos paisajes”, y además no vacila en declarar, en un momento dado:
“Debería esconderme bien y no encontrarme”; pese a todo el lamento legítimo, su
voz afirmará sentir “más pasiones que desdichas, / más ilusiones que reproches,
/ más por buscar que guardar”. De hecho, el mismo sujeto poético que,
experimentando “la fuerza del desasosiego”, ve caer “jarrones sin flores /
llorando cristales rotos, / sembrando reflejos falaces”, se definirá,
bellísimamente, como “la furia de una primavera que se defiende de su fracaso”.
Que se defiende del abandono con las armas de la poesía, pues los versos
enseñan emociones, fijan el “empuje audaz” del destino y representan el
designio de un aprendizaje mayor: “Ambiciono los dulces y tiernos principios /
de los versos, que enseñan a evitar / el habla de los hombres embriagados / por
sus vanidosas quejas”. Revelador de una gran sensibilidad, investido de la
dolorosa dignidad que otorga el apego a cuanto pudimos ser, la integridad del
corazón sin esa abdicación última -“Algún día, besaré tu imagen perdida / en la
eternidad de este silencio”, leemos en el poema LIII-, El tacto de la luna
hiriente constituye, además de la confirmación de Rosa Estremera en el
universo de las letras actuales, una hermosa oportunidad para descubrir el
poder expansivo de la poesía que no teme al vacío, que refunda el amor por la palabra.
ANTONIO DAGANZO
Doy fe de que la presentación de tu libro fue un absoluto éxito, la calidad literaria y poética que pudimos "respirar" cuantos asistimos a ella fue incuestionable.
ResponderEliminarMi enhorabuena, de nuevo, y muchas gracias por dejarnos aquí el impecable texto de Antonio Daganzo.
Un fuerte abrazo
Isabel F. Bernaldo de Quirós
Muchas gracias querida Isabel. Tus palabras me animan a seguir buscando aquellas palabras con las que vestir los sentidos. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias querida Isabel. Tus palabras me animan a seguir buscando aquellas palabras con las que vestir los sentidos. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminar